Caminar a Barcelona con la pelota bajo el pie

Otra heroica, otra epopeya. La historia la vuelven a sellar. Ante la adversidad de ser visitantes, de los pronósticos, de esos comentarios que nos querían hacer creer que estaba acabado, y ante el tiempo.
Barcelona lo hizo. Nuevamente, rompió los esquemas, las suposiciones. Es cierto, es un equipo desdibujado, intermitente, que resiste con su esencia y su camiseta. Aún así,  el barça, siempre te da la sensación que, en cualquier momento, te gana el partido.
Ocurre porque son adultos jugando como niños, con la convicción de ir tras la pelota, y que lo demás no importa. Hasta que el árbitro no marque el final, ellos no se resignan, no hipotecan sus ganas de jugar, como de niño, en el potrero, cuando resistias al abandono del sol.
A su vez, tienen al mejor del mundo, quien demuestra que no necesita que lo asistan para definir debajo del arco, sino que construye e impulsa a sus compañeros a ser mejores.
Cuando crees que agotó todas las posibilidades, Messi vuelve a sorprender y a seguir escribiendo la historia.
Fue el líder del equipo. Transmitía la sensación que, cuando él tomará la pelota, algo interesante iría a ocurrir.
Por eso, cuando Sergi Roberto se impulsó, y luego de pasar a Marcelo, dije: pasasela a Messi, no importa que esté lejos. Y cuando le quedó para definir, supuse que Navas poco iba a poder hacer para evitar el gol.
Al producirse esto, me genera una sensación de justicia. Que hay algo más allá de lo profesional. Creo que Barcelona es la utopía, es caminar, como expresa Eduardo Galeano en su texto, hacia el niño interior, y recordar esos partidos, donde el mundo era la pelota, y jugar hasta que baje el telón.




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